24.2.15

Minimizando trastos #40bagsin40days 2015




O lo que es lo mismo, 40 bolsas fuera de casa en 40 días. Haciéndolas coincidir con el periodo de cuaresma que empezó el pasado 18 de febrero. Y que culmina con el domingo de ramos. Yo no soy católica practicante, pero sí lo es quien creó la idea. Y yo me acoplo al reto como tantos otros. Sintiéndome acompañada por personas que viven a miles de kilómetros de distancia. Todos a una!

El año pasado ya me propuse cumplir con este reto de las bolsas, lo hice a mi ritmo, unos días más otros menos. Pero poco a poco, y ante mi asombro, fui haciendo las paces con mi casa. Tanto es así, que sin ser a bolsa diaria a estas alturas han salido de casa más de 100. Léase bolsa como tal, o como bulto en general. Da igual el tamaño.

Entendámonos, mi humilde morada no es que sea una de esas que salen en esos programas televisivos llevadas al extremo del desorden y la acumulación de objetos. Tampoco es el colmo de la perfección. Se sitúa más bien en un término medio comprensible sabiendo que la habita una madre trabajadora y sus pequeñas guerreras. Me gusta mantenerla limpia, pero no me desvivo. Tengo días que hago limpieza general y otros en los que paso de todo y hago lo mínimo. Hay rincones que piden clemencia.

Se siente. No soy perfecta. Llego hasta donde llego. Y bastante.

Me doy cuenta que antes de ser madre parece que no tenía tiempo y hacía muchas menos cosas de las que hago ahora. Hoy por hoy no paro, desde que pongo el pie en el suelo sobre las 7 y pico, hasta que consigo sentarme/acostarme y vegetar, a eso de las 22:00 hrs. Niñas, trabajo, recados varios, casa y el rato que intento arañar algunos días para ir al gimnasio y cuidar un poco mi espalda y cuerpo en general.

Tenía algún montón de papeles. Uno encima del microondas, otro sobre el zapatero, otro sobre el escritorio... facturas, notas del cole, nóminas, correo vario... acumulándose.

Tenía ropa viendo los años pasar en armarios y cajones sin que les diera uso alguno. Mía o heredada para las crías, quizá pasada de moda, quizá porque la constitución física de su prima o hijas de mis amigas no tiene por qué ser igual a la de mis hijas.

Tenía colección de tuppers de varios tamaños y calidades. Infinidad de unos muy pequeños, que vendrían en algún pack ahorro y que por tamaño no me servían para nada.

Tenía más de una sartén, que habiéndose estropeado el antiadherente las había dejado a un lado (que no sacado de casa) para poner una nueva en su lugar.

Tenía unos cuantos libros, ya leídos, que no creo que volviese a leer jamás. Ídem con algunos DVDs.

Tenía (y todavía tendré seguro) muchos, pero muchos bolígrafos y rotuladores guardados por toda la casa que no pintaban.

Tenía montaña de carpetas llenas de trabajos escolares, de fichas, de agendas de la guardería y primeros años del cole. De los que ahora sólo conservo apenas un 10%. Primeros dibujos y garabatos significativos.

Tenía un armario con una montaña de chucherías acumuladas de cabalgatas, bolsas surtidas de esas que regalan en los cumples, tropecientos globos. Chuches que suelo restringir bastante. La mayor pasa de ellas y la peque las ansía. Pero como es mal comedora se las dosifico muy mucho.

Tenía zapatos que nunca me pongo. Tacones que no me apetece que me destrocen los pies. Sandalias de años atrás. Botas de apariencia desfasada.

Tenía botes de especias, muchos. Alguno con más vida que mis hijas.

Tenía toallas bordadas e hiper lavadas al fondo del cajón sintiéndose ignoradas. Porque llevo algún tiempo usando unas de Ikea, de colores fuertes y más a mi gusto.

Tenía no se cuantos productos de aseo y belleza, de esos que te entran por el ojo, compras y luego tienes en el mueble del baño. Y si te he visto no me acuerdo. Y esas cosas, amiga, caducan.

Tenía 4, si cuatro, botes enteros de abrillantador de lavavajillas repartidos por los muebles de la cocina. Y de no ser por este reto, probablemente, en mi próxima compra cargaría con otro.

Tenía unos cuantos colgantes de bisutería, que en algún momento de mi vida usé, pero ya no.

Tenía una vajilla sosa y muy básica de tulipanes, que usaba a diario. Mientras las bonitas estaban guardadas en el mueble del comedor, para las visitas.

Tenía una impresora a la que se le había acabado la tinta. Que jamás uso.

Tenía todos los libros de instrucciones y garantías de todos los aparatos eléctricos que han pasado por casa.

Tenía, tenía, tenía... y así hasta contar más de 100 bolsas.

Y no es una exageración. Y no he terminado.

Podría tirarme con los tenía hasta el final del día.

Qué liberación siento cuando abro un cajón y veo sólo lo que quiero ver.

Porque de eso se trata, de mantener sólo lo que realmente necesitas o te haga sentir bien. Todo lo demás sobra. Y si sobra es mejor que esté fuera de casa. Y de tu vida.

Y en ello estoy.

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