Porque algo tan simple como coger una madeja de lana y un par de agujas ahora se me torna apasionante.
Tengo un muy vago recuerdo de que de niña mi madre intentó enseñarme, como también a coser (cosa que aborrecía profundamente).
Quizá hice un trocito menor que este, ella ni lo recuerda.
Por voluntad propia y cierta envidia por las que si controlan este arte de andar por casa, tan ancestral y cálido, me pongo a ello.
Sin grandes aspiraciones. Empiezo con la idea de hacer una bufanda o cuello de lana. Si hay errores en las puntadas ahí quedarán. No pienso deshacerlo. Será mi primera experiencia knitter. Un tesoro multicolor y calentito.
Muy agradable la sensación de remover a niñas, yaya y cuñada con la idea. Y hacer corrillo vespertino entre agujas. No hay aplicación de móvil que supere ese momento tan familiar y cercano.
Mi madre se crece viéndonos atentas a la explicación práctica y primeras puntadas.
Sin mencionar el orgullo que siento cuando puedo marcar lo siguiente,
* Aprender a tejer ✓
(Done!!)
♥..♥