23.7.12

El espejo del alma.


Que los días y años pasan es inevitable y evidente.
Que esa mirada inocentona que nos gastamos de niños, con el tiempo y la circunstancias se va apagando y nos queda un deje de resquemor, acentuado en unos más que en otros.

Que si años atrás nos hubieran advertido... o mejor dicho, si hace esos mismos años hubiéramos hecho caso a ciertas advertencias sobre la vida, otro gallo hubiera cantado.
Y quizá, sólo quizá... tendríamos además distinto fondo en la mirada.

Que los años quizás pesen... pero más las experiencias.
Que cuando el camino elegido te abofetea, eso queda tatuado por siempre en tu cara.

Y aunque rías, aunque a ratos te carcajees, el fondo de tu expresión refleja el sufrimiento vivido.
Cicatrices no visibles de tono grisáceo.
Pesadumbre que se marca más que las mismas patas de gallo.
Tristeza en lo más profundo del iris.

Estos días me encuentro baches nuevos e inesperados.
A ver cómo hago para salvarlos.
Ganas locas de mirarme al espejo y encontrar tranquilidad y descanso en mi mirada.
De momento sólo veo preocupación y nervios.







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